Abril / 2009 "Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza", dice un viejo refrán. Es el caso del narcotráfico: nació delincuente y no puede volverse decente. Quienes abogan por la legalización del narcotráfico, como una solución a sus crímenes y terribles efectos sociales, promueven una fantasía, una ilusión. Se supone que si se legaliza el mercado de las drogas enervantes, y se controla desde el Estado, se acabarán los hechos delictivos que por ahora lo acompañan, o que más bien forman parte de ese negocio. No es así, no puede ser así. La razón es que el narcotráfico sería delincuencial, con tráfico legal o no; está en las características de su tipo de mercado. Este no se comportará en forma de competencia leal, ni siquiera con la deslealtad de muchos mercados dominados por oferentes tramposos. Los narcotraficantes no trampean: asesinan y destruyen. Las guerras entre los cárteles de la droga son por el dominio de los mercados, y esa lucha es inmisericorde. Hacen pactos de no agresión a las familias, y los violan. Acuerdan no matar más gente ni invadir territorios, y lo hacen. ¿Cederán mercados al Estado o a nuevos productores-comerciantes de droga? Jamás. Una empresa despide a sus empleados incompetentes, traidores u holgazanes; en el mundo de la droga los matan. Una empresa ofrece mejores condiciones a proveedores y distribuidores minoristas; los narcotraficantes los amenazan… y lo cumplen; matan al agricultor o al mini-comerciante (narcomenudista), o le dan lecciones quemándole la casa o secuestrando a sus familiares. Los empresarios "normales" diversifican su línea de productos en bienes y servicios útiles, que ofrezcan valor agregado al cliente. Los narcotraficantes se diversifican en negocios alternos como el secuestro, el asesinato por encargo, el robo de vehículos, o la extorsión. A ello se suman otros negocios paralelos, como el tráfico de personas y de armas, que son líneas de negocio en expansión. Durante muchos años, el mercado del narcotráfico se ha ido formando tal como es ahora, y todo indica que la degradación de sus métodos comerciales seguirá en bajada. ¿Podemos creer que dejarán esos delitos al vender drogas legalmente? En el mundo de la mafia, estilo siciliano, las cosas funcionaban, y en lo que queda de ella lo sigue haciendo; violando la ley, procuraban respetar sus reglas del juego acordadas, en general simples. El narcotráfico viola la ley y sus propias reglas. La mafia, con antecedentes centenarios, siempre tuvo su "ética" y códigos de honor, generalmente respetados. Con ese respeto, sus familias podían gozar de una vida social sin problemas… ¿y las del narco? Los narcotraficantes no tienen códigos de honor, hacen convenios para mantener la paz entre ellos, y los violan. Los mafiosos, para evitar la intervención posible de la autoridad, procuraban un perfil criminal bajo y una fachada de honestidad y trabajo legal. Un capo mafioso se paseaba por la calle abiertamente, mientras que el capo del narco vive escondido. Se compraban también, claro, voluntades entre policías y funcionarios públicos. La mafia negociaba en prostitución, tráfico de personas, y el juego legal e ilegal, el contrabando y otros ilícitos. También existía la venta de "protección", el chantaje al tendero para evitar que "algún loco" le destrozara o quemara su negocio. Al prohibirse en los 30 la venta de bebidas alcohólicas en Estados Unidos, las contrabandearon y distribuyeron. Terminada la prohibición, conservaron sus otros negocios. Apareció la bonanza de la droga, y algunos le entraron, a pesar de considerarlo contra sus principios morales. En el narco no hay principios ni moral. Quien ha matado, quemado, arrasado y violentado a sus competidores en la lucha por el control de territorios, no dejará de hacerlo, aún operando bajo un régimen libertino para vender las drogas, amparado en reformas legales. Las grandes organizaciones criminales del narcotráfico no pueden cambiar sus métodos por otros de competencia comercial, están entrampados. Un jefe del narcotráfico que quiera salirse del negocio y dedicarse a vivir sus millones de dólares en negocios lícitos, terminará muerto en corto plazo. Suponiendo, sin embargo, que somos optimistas y pensamos que de pronto los narcotraficantes aceptan trabajar dentro de un flamante marco legal, siempre estarán detrás los innumerables delitos ya cometidos. ¿Qué se hará con ello? ¿Otorgarles un perdón legal, un borrón y cuenta nueva? ¿Y las víctimas y sus familias, sus comunidades? ¿Y los daños a la salud, a los bienes de la sociedad? Salvo excepción, las mentes criminales no han manifestado poder regenerarse así como así. Ni siquiera tras pasar años encarcelados; los centros de "readaptación" social no han demostrado readaptar, es decir que si ni el castigo reforma la mente criminal, mucho menos lo harían la libertad y el perdón gratuitos de los delitos. Aquellos capos de la droga, a quienes sus actividades ilícitas han costado vidas cercanas o alquiladas, esfuerzo y la comisión de innumerables delitos, el vivir siempre a la sombra y huyendo de las pisadas cercanas de los sabuesos de la Ley o del competidor… ¿se transformarían mágicamente por un voto del Congreso, que regularice, controle y vuelva legal esas actividades? Por supuesto que no. El árbol del narcotráfico nació torcido y se tuerce aún más en el camino: no se endereza. Nunca, nunca podrán sus capos volverse empresarios y competir. Legalizar sus negocios, pretender controlarlos, es una ilusión, una fantasía.
«La humildad es el altar sobre el cual quiere Dios que se le ofrezcan los sacrificios» |
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