martes, 2 de febrero de 2010

Madre y maestra, guías para el hombre

Por: Cynthia Castañeda y Cirze Tinajero

 

En la mayoría de los casos la primer palabra que aprendemos a decir es "mamá"; esas dos sílabas que a pesar de ser tan simples encierran tanto significado.

 

La razón por la que este personaje es el primero en grabarse en nuestras mentes, no sólo tiene que ver con que hayamos pasado nueve meses dentro de su vientre, o que probablemente haya sido lo primero que nuestros ojos registraron al abrirse. Su importancia va mucho más allá.

                                                                                                                                                 

En la mayoría de los casos la primer palabra que aprendemos a decir es "mamá"; esas dos sílabas que a pesar de ser tan simples encierran tanto significado.

 

La razón por la que este personaje es el primero en grabarse en nuestras mentes, no sólo tiene que ver con que hayamos pasado nueve meses dentro de su vientre, o que probablemente haya sido lo primero que nuestros ojos registraron al abrirse. Su importancia va mucho más allá.

 

Mamá es la persona que está ahí desde el primer momento, que con cariño, paciencia y ternura nos conforta siempre que la necesitamos. Sin embargo, también es nuestra primer maestra.

 

Siempre el papel de la madre es multifacético. Una madre bien pudo haber desempeñado varias profesiones, si no es que todas (administradora, psicóloga, enfermera, chef, decoradora, etc…).

 

Sin duda una de las más importantes es la faceta de maestra. ¿Cuándo es exactamente que una madre se desempeña como maestra? Siempre.

 

Desde que nacemos hasta que estamos ya casados o con una vida independiente, mamá siempre está dispuesta a darnos el mejor consejo y a enseñarnos todo aquello que nos pueda ayudar a crecer como seres humanos.

 

Algo parecido pasa con la maestra, la maestra escolar. Este personaje que al principio es un completo extraño, pero que al finalizar el curso ya es parte de nosotros. ¿Quién no recuerda a una con especial cariño?

 

Es muy probable que todos tengamos en mente a esa maestra o maestro que hizo algo especial, que logró reducir el odio hacia las matemáticas, que con dolores de cabeza nos hizo entender los dilemas de la física, que puso en nuestra frente la primer estrellita o que, ya como alumnos mayores, hizo que encontráramos nuestra vocación.

 

A continuación presentamos a mujeres que, como madres o maestras, han educado y formado a hombres y mujeres para mejorar a la sociedad.

 

UNA ENTRE DOCE, UNA OPERACIÓN CON MUY BUENOS RESULTADOS

 

Carmen Carranza es el vivo ejemplo de lo que toda buena madre es capaz de hacer. Carmen tuvo 12 hijos. Esta cantidad que en un principio suena aterradora, es también el número de casos a los que pudo brindarles todo su amor y enseñanzas.

 

Repartir la atención entre 12 personas no debe ser una tarea fácil. Sin embargo, para Carmen el reto resultó y aún resulta todo un privilegio.

"Aunque suene imposible, pude educar a 12 niños y creo que lo hice bien", son las palabras que orgullosamente reafirman que su misión fue llevada a cabo satisfactoriamente.

 

"Desde que me casé, mi esposo y yo supimos que queríamos tener muchos hijos, y conforme los fuimos teniendo, supimos que seríamos capaces de cumplir el reto".

 

Ahora Carmen asegura que tiene el privilegio de estar rodeada de 12 excelentes personas, que transmiten ahora a sus hijos los valores y las enseñanzas que un día ella les enseñó.

 

"La maternidad es para mí el mejor regalo que Dios me pudo dar. Fue también mi oportunidad de trascender en otros, de dejar un poquito de mí en los demás".

 

Como el caso de Carmen debe de haber muchos, especialmente anteriormente que era mucho más común que los hijos fueran varios. Si ser madre de uno solo no es fácil, mucho menos lo es educar a 12.

Sin embargo, para las madres nada es imposible. Son capaces de sacar adelante cualquier reto que se les presente. Es como si desde el momento de dar a luz, adquirieran súper poderes o algo parecido.

 

Es verdad que para ser madre no se estudia, Carmen no lo leyó en ningún manual y está segura de haberlo hecho bien.

 

"A pesar de que nadie te dice cómo, debes saber cuándo castigarlos, cuándo regañarlos, y cuándo simplemente aconsejarlos".

 

Ser madre sin duda se trata de forjar. Ésta, más que labor, se trata de una misión. Una misión que aunque no siempre es fácil, al final del camino resulta siempre la mejor experiencia para cualquier mujer.

 

FORMANDO CON VALORES

 

 

Gabriela, una mujer que desde pequeña le gustaba imitar a sus maestras del colegio, adoraba la idea de estar a cargo de un grupo de niños a los cuales les pudiera enseñar lo que ella sabía.

 

Pero conforme fue creciendo la vida la llevó por diferentes caminos. Se convirtió en esposa y madre de tres hijos. Sus niños fueron creciendo, y cuando el menor de ellos estaba en la primaria, decidió que era momento de recobrar aquel sueño que había tenido de pequeña: convertirse en maestra.

 

Había que empezar desde cero, y no era nada sencillo conjugar estudios con atender una casa y una familia. Después de varios años de esfuerzo y de sacrificio, lo logró: se había recibido como pedagoga. Sin embargo, para Carmen el haber finalizado la licenciatura no era la meta deseada, únicamente era el inicio de un nuevo reto.

                                                                                          

"Al terminar la carrera no quería sólo educar a un pequeño grupo de niños, sabía que podía hacer mucho más. Quería poner mi propio Kinder, dirigirlo de tal manera que formara a más pequeños, que tuvieran los conocimientos y bases para ser personas de bien".

 

Con dedicación y el apoyo de su marido, Gabriela lo logró, puso su propio Kinder. "Al principio sólo teníamos un grupo para cada grado. Pasaron unos años y los grupos fueron aumentando, hasta que llegó el momento en que los papás nos exigían algo más que un Kinder, pues para ellos cuando sus hijos terminaban su educación preescolar, no sabían a donde mandarlos, y fue cuando, a base de ahorros (sic), puse la Primaria".

 

Durante su vida como profesora y directora, Gabriela ha presenciado cómo han ido cambiando sus alumnos, y su profesión le ha permitido no sólo dirigir una escuela o impartir conocimiento, también la ha llenado de satisfacciones.

 

"Es maravilloso ver cómo los chiquitines que son mis alumnos, se van formando, haciéndose más hábiles e inteligentes. Es cierto que al pasar de los años llegan y se van nuestros alumnos, pero a veces por coincidencias te los vuelves a encontrar siendo ya adultos, siendo todos unos profesionistas, que hasta ya tienen sus propios hijos, y te llena de orgullo saber que tú contribuiste, aunque sea un poquito, a que ellos lograran sus éxitos".

 

Gabriela lleva 30 años al frente de su propia escuela, y a lo largo de este tiempo ha entendido que una maestra es quien está ahí para apoyar y darle continuidad a la educación que se da en casa, nunca para sustituirla.

 

"Es un trabajo continuo y en conjunto. De nada sirve que eduquemos, si en casa no nos apoyan o ven lo contrario a lo que les enseñamos en los salones".

 

Sin duda, la educación se propone ayudar al desarrollo humano, y es tan fundamental que el hombre ha entendido que no sólo le es necesaria la que se le da en familia, sino también la que brindan las instituciones educativas.

 

A lo largo de nuestra vida se presentan profesores que nos dejan conocimientos científicos, culturales, o incluso de vida. Nos brindan las herramientas para enfrentar al mundo.

 

Una madre también lo hará, pero de tiempo completo y no sólo por un semestre o un grado escolar. Estará ahí para formarnos y reprendernos cuando sea necesario.

 

La madre es quien da educación en el amor, es decir, a partir de su infinito amor se entrega por educar a sus hijos, lo cual exige entrega y sacrificio que con el tiempo ayudará a desarrollar virtudes.

 

Una madre y una profesora o profesor, son personajes clave en la formación del hombre, pues sólo con educación puede existir una mejora en la sociedad.

 

 

 

«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»

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