lunes, 17 de enero de 2011

Una mirada al pensamiento de Carlos Llano

  

Por: Bernardo Rangel Sada

Enero / 2011

 

 

 

Nahúm de la Vega escribe un tributo a Carlos Llano, profesor del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE) en la Ciudad de México y fallecido hace apenas unos meses. Su libro "Carlos Llano, en resumen", sintetiza las principales enseñanzas de una persona que dedicó su vida a hacer filosofía en un campo muy particular: la empresa.

 

Admito que desconozco tanto al escritor como al personaje central de la obra. No he tenido encuentro alguno con ellos. Sin embargo, el retrato me queda claro. Tras leer su obra, creo conocerlos y los recomiendo. Su libro llegó a mis manos por Luis de la Mora, un amigo mío que tomó clases con Llano. Me dice que todos los alumnos atendían su clase con admiración.

 

En este libro, el lector se encuentra con las dialécticas como "competencia" y "colaboración" y se pregunta si es mejor privilegiar una empresa en la que los integrantes compitan para ascender o si más bien debe apuntar a la solidaridad entre sus miembros como principio de acción para la obtención de mejores resultados. ¿Es posible hacer coincidir ambas aspiraciones?

Los lectores recomendados son empresarios, porque encontrarán herramientas para la toma de decisiones basadas en dos criterios: operativos y antropológicos. El lector se dará cuenta que la dirección es un arte. En el "management" lo fundamental es "hacerse", es decir, consolidarse íntegramente como ser humano a través del autodominio y la forja del carácter. En otras palabras, la dirección es un proceso transformador, más aún, es una virtud.

 

Que el arte de dirigir sea una virtud implica entender que no es una simple "técnica", porque ésta implica la modificación de un objeto exterior. Tampoco es un simple "saber dialogar con los demás para negociar según los propios intereses", porque esta forma de relación con los sujetos tampoco los modifica. El mando es "dirección", porque transforma a las personas a través de una virtud clave: la confianza.

 

La confianza transforma en un ámbito de libertad; no es imposición ni mucho menos manipulación. La confianza permite la auténtica motivación, que es persuasión: desencadena procesos de cambio en la inteligencia y la voluntad de los individuos y así perfecciona al hombre para que no aspire sólo a la satisfacción de su egoísmo ("primus") sino que procure el bien de los demás ("secundus"). La confianza lleva a la amistad, "ethos"vital del cual nace el amor de dádiva, don gratuito que no espera nada a cambio.

 

Esto suena bien, ¿pero es realista en el mundo de hoy? ¿Se puede de verdad hablar de valores o hay que entender que la empresa será agente para maximizar la utilidad? ¿Es posible hablar de compañerismo y de altruismo en un entorno como la organización moderna? Precisamente, porque la amistad es mutualidad, aspira al orden y genera la auténtica organización.

 

Es cierto que muchas empresas, en nombre de la responsabilidad social, cometen abusos y sólo buscan atraer los reflectores. Pero también es cierto que el ser humano no es un simple ser económico, sino que es un ser que busca el bien. Cada vez resulta más cierto que los individuos, al interior de las organizaciones, buscan ser algo más que un simple número… buscan trascender.

 

¿Podrá la organización de nuestro tiempo cumplir su cometido? Esto será posible siempre y cuando maximice su capital fundamental. Esto me recuerda la empresa en la que trabajé. Allí, el departamento de recursos humanos cambió su nombre por el de "capital humano", precisamente para puntualizar que el hombre no es un recurso o herramienta. El hombre es capital porque es riqueza para la organización, la cual tiene el deber de hacer concurrir a los jefes con los subordinados, de modo que la empresa sea lo que tiene que ser: fulcro fundamental para el desarrollo de la persona humana.

 

Vale la pena leer "Carlos Llano, en resumen". Es una visión compatible con los valores cristianos y es una forma de "amor a la sabiduría" en el mundo moderno. En este punto, el libro se relaciona, sin decirlo, con la doctrina social cristiana, porque habla con claridad, recordando que la economía, en todas sus ramas, es un sector de la vida humana.

 

Benedicto XVI ha sido profeta al afirmar, en su encíclica "Caritas in veritate" que "el sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente" (cf. Cap. III, 36).

 

 



 

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