Por: Alberto Sáenz Enríquez
Marzo / 2010
Doscientos años de Independencia: No olvidemos que hace 200 años se inició el movimiento de Independencia, con algunos antecedentes que se remontan hasta el siglo XVI con el conato independentista de Martín Cortés, bastardo del conquistador.
Hace realmente 189 años que México se independizó oficialmente de España gracias al ingenio y la espada de Don Agustín de Iturbide. Él nos legó un territorio nacional de 4 millones 440 mil kilómetros cuadrados (de los cuales perdimos 2 millones 440 mil) desde Oregón hasta Colombia.
En un principio el presidente James Monroe intentó comprarle a Iturbide territorio mexicano, instruyendo al ministro plenipotenciario de EU, Joel Roberts Poinset, pero dada la negativa del gobierno de nuestro héroe-emperador, Poinset optó por seguir un plan para debilitarlo, y con ese objeto fundó el rito masónico yorkino.
Mediante maniobras y escaramuzas, logró dividir a los políticos mexicanos, enemistar al congreso con Iturbide y deponer al Emperador mediante un plan ridículo (Casa Mata) de Antonio López de Santa Ana, quien al final traicionó al mandatario.
Expulsado Iturbide, regresó a su patria para ofrecer su brazo en lucha contra la llamada Santa Alianza, que tenía el proyecto de reconquistar a México. En manos de sus enemigos, el congreso mexicano lo había declarado traidor, y con esa calumniosa ignominia fue fusilado arteramente al desembarcar en el país, sin juzgársele y sin procesamiento de causa. Por estas divisiones y luchas civiles, las provincias centroamericanas optaron por separarse de México.
Mientras Santa Ana manejaba mediante celadas y trampas ajedrecísticas la política interior de México, Valentín Gómez Farías, Lorenzo de Zavala y otros, obedecían las consignas yorkinas que procedían del gobierno de Estados Unidos y acordaban con los inmigrantes estadounidenses que se habían posesionado de Texas, la independencia de ese territorio.
Esto lo lograron fácilmente de Santa Ana, que pretendiendo hacerse el héroe fabricó mártires tejanos en El Álamo, y se rindió vergonzosamente en San Jacinto, reconociendo la Independencia de Texas (Tratados de Velasco, 1836).
Mas tarde, los tejanos se anexaron voluntariamente a la Unión Americana y alegaron que su territorio –que llegaba hasta el Río Nueces– abarcaba hasta el Bravo, y habiendo allí tropas mexicanas, inventaron haber sido invadidos, con cuyo pretexto se declaró la guerra contra México. (Un México debilitado y dividido por las logias dirigidas por ellos, y crucificado por traidores nuestros).
Santa Ana dio la espalda a sus propias tropas, que habían vencido a los yanquis en La Angostura y permitió que los invasores penetraran a la capital, donde se firmaron los tratados de Guadalupe-Hidalgo (1844) en los que México cedía el 55 por ciento de su territorio a EU, perdiendo con ello lo que hoy son los estados de Nuevo México, Nevada, Arizona, California ,Colorado, Utah y partes de Oklahoma, Kansas y Wyoming.
Por si esto fuera poco, Santa Ana, ya siendo Alteza Serenísima de México, vendió a EU otra porción de nuestro territorio (La Mesilla, un trozo de Chihuahua y Sonora, 76 mil 800 kilómetros cuadrados).
Mas tarde, el gobierno de Benito Juárez, en desesperada lucha contra los conservadores y los invasores franceses, firmó con EU los tratados McLane-Ocampo y Corwin-Doblado, que permitieron a las tropas estadounidenses violar la soberanía de la nación, tener dominio sobre el Istmo de Tehuantepec, comprometer al país financieramente y ocupar territorio de Baja California, Sonora y Sinaloa.
Don Benito recibió a cambio armamento y dinero para derrotar a los conservadores y a Maximiliano, sólo que al terminar la Guerra Civil de EU, los vencedores del norte desaprobaron los tratados firmados con Juárez, porque favorecían a los estados del sur.
Si Juárez fue tan inteligente como para haber previsto esto, o si realmente cometió traición al arriesgar así la entrega del país a una nación extranjera a cambio de otra, no somos nadie para juzgarlo, pero sí para denunciar la parcialidad histórica de rendir honores al Benemérito y negárselos a Iturbide, quien jamás actuó incorrectamente para exponer o deshonrar a la patria.
Cien años de Revolución
EU llegó a considerar a México una colonia suya y por ello apoyó y financió una revolución contra Porfirio Díaz, quien hacía tratos industriales y comerciales con Alemania, Francia, Japón etcétera sin la aprobación yanqui.
EU también apoyó a Carranza y a Obregón que trabajaban para ellos y recibían su armamento para luchar contra Zapata y Villa, patriotas revolucionarios a quienes mandaron asesinar a traición y a mansalva.
Siendo Obregón Presidente, firmó con EU los Tratados de Bucareli, con los que México se comprometía a no desarrollar industria propia, para obligarnos a parasitar de la de EU...
Y así seguimos –aun bajo gobiernos panistas–, haciendo loores a Juárez, a Carranza y a Obregón y desconociendo a Iturbide como autor verdadero de nuestra Independencia. Nos olvidamos de las estrofas del Himno Nacional que lo recuerdan y de su autoría del estandarte que nos representa.
Hemos llegado al Centenario de la Revolución y al Bicentenario de la Independencia mutilados y llevando a cuestas la mancha de silenciar el nombre de héroes verdaderos, y honrando a los falsos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario