Un hombre extraordinario fue José Luis Martín Descalzo, fue un sacerdote que, con sus artículos periodísticos, suavizó y amenizó el momento matutino previo al cotidiano ajetreo de sus lectores.
Leyendo a Martín Descalzo se comprende por qué tuvo tanto éxito y lo querían tanto sus colegas y lectores. José María Javierre decía: José Luis zarandeaba las cosas de todos -preocupaciones, gozos, alegrías, inquietudes y desgracias-. Qué gran talento para dialogar con el corazón del hombre a través de la pluma. Cada frase escrita en sus columnas semanales o en su obra animaba, consolaba y formaba el alma del lector. Pero lo más importante es que a pesar de tantas peripecias y dificultades, José Luis nunca olvidó que era sacerdote. Cuando escribía o respondía las cartas que le llegaban, buscaba conducir a las personas a Dios, a la felicidad y a la paz. Por eso en su temática abundaban motivaciones espirituales, ejemplos cotidianos y virtudes cristianas que hablaban del Padre y amigo que nunca se olvida de aquellos que buscan ser hijos y corresponder a su amistad. En su amplio índice literario y periodístico aparece en mayúsculas el tema del agradecimiento. José Luis constantemente lo expresaba en sus Razones desde la otra orilla: "Yo siempre he considerado que el mejor dinero y, sobre todo, el mejor tiempo que un hombre puede invertir es el que se emplea en agradecer, porque la ingratitud es una de las espinas más crueles que lleva en su carne la raza humana". Este gran sacerdote le sacaba jugo continuamente a la palabra de agradecimiento. Ésta muchas veces fue un consuelo y un remedio a tantas enfermedades espirituales que le llevaban por correo. Esta siempre estira nuestros labios cuando la escuchamos y nos obliga a sonreír. Bastan siete letras para transformar un corazón, animar y alegrar la existencia de aquel que ves a tu lado, en tu casa, en el trabajo, en el supermercado o en el autobús.
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