Por: Marcela Méndez Septiembre / 2010 Hace poco más de mes y medio, 33 familias chilenas comenzaron a vivir una dolorosa tragedia, cuando se enteraron de que uno de sus familiares se hallaba atrapado en la mina de San José, ubicada al norte de Chile. Desde el 5 de agosto, y hasta la fecha, 33 mineros permanecen en un refugio dentro de la mina luego de un derrumbe. Los familiares de los mineros, que se encuentran en espera de que el rescate concluya, se han instalado en lo que ha sido denominado el "Campamento Esperanza": tiendas de campaña improvisadas, emplazadas cerca de la mina, con una organización medianamente estructurada, en la que se respetan horarios de comida y duchas. Además de que cuenta también con una mina. No todas las familias de los mineros se encuentran en el campamento, también llamado "Villa Esperanza", algunas han decidido regresar a casa; sin embargo, quienes ahí permanecen han logrado convivir de manera armónica. Y no sólo eso, sino que en el seno de esa convivencia, han generado miles de historias para contar, que dan muestra de aquello que muchas veces se nos olvida, pero que es uno de los motores –si no el principal– para que los individuos (en este caso los mineros) sigan adelante: la unión y el apoyo familiar. En su espera, los familiares de los 33 mineros han demostrado al mundo entero que no hay nada que tenga más poder para impulsar a un individuo a sobrevivir, que el apoyo de su familia. Pese a las dificultades de comunicación y distancia, los mineros y sus seres queridos han encontrado diferentes formas para comunicarse y para apoyarse. Basta mencionar el caso del minero Omar Reygadas y sus cuatro hijos –Ximena, Marcela, Omar y Luciano–, que han podido establecer diferentes puentes de comunicación: cartas, transmisiones de video y llamadas telefónicas. A lo largo de la espera, los hijos de Omar han relatado, en una especie de diario, cómo es que pasan los días, y cómo es que hablar con su padre ha levantado el ánimo, tanto de ellos, como del hombre que los vio nacer. Así, el sábado 4 de septiembre, día en que los mineros tuvieron una videoconferencia con sus familias, Omar relató que el momento en que hablaron con su padre fue muy bonito. "Nos ha contado que está súper bien. Se han afeitado y se han cortado el pelo. Le dimos (…) ánimos y fuerza. Fue algo bonito, especialmente para nosotros que lo pudimos ver", dijo Omar. De este modo, aunque las autoridades encargadas del rescate han procurado para los mineros las mejores condiciones posibles, nada tiene comparación con aquella otra parte que no se compra, que no se sustituye y sin la que, muchas veces, no se puede o quiere seguir: la familia. Y es que no sólo es el núcleo fundamental de la sociedad, sino también el primero en el que un individuo se desarrolla. Procurar que en la familia haya unión, que se practiquen los valores humanos fundamentales y que entre los miembros que la integran exista apoyo, confianza y armonía, es necesario para el bienestar de las personas y, a la larga, para el bienestar de la sociedad. Las familias de los 33 mineros que se encuentran bajo tierra han dado una gran muestra al mundo sobre la importancia de esta institución social; sin embargo, una lección más se halla detrás: no debemos esperar a que una tragedia nos haga ver la importancia que tienen las personas junto a las que crecimos, sino que todos los días podemos palpar los cambios que la unión familiar provoca. . |
jueves, 30 de septiembre de 2010
La familia: un motivo para sobrevivir
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