Mora Torres
"El silencia es el ruido más fuerte,
quizá el más fuerte de todos los ruidos"
No, no voy a darles la receta de una bebida.
Éste es un cóctel de idiomas, más precisamente uno que bauticé "Cóctel de pequeña caña dulce española" en homenaje a nuestra letra eñe.
Un homenaje más sentido se lo ofrece Jeremías Díaz en "El idioma español", donde puede leerse: "Ñ: decimoquinta letra del alfabeto español. Su nombre es eñe y sólo se usa en español. La tilde que lleva en la parte superior tiene su origen en la escritura de los copistas medievales, que la emplearon desde el siglo XII como signo escrito sobre una letra y que significaba carácter repetido, es decir, ñ=nn...". Y luego sigue el capítulo "La Ñ en la Internet".
Yo quise usar precisamente esa letra en el título de esta nota, y su ausencia o escasez en Internet me lo impidió. Tal vez sea posible sacar alguna conclusión al respecto leyendo el trabajo de Díaz. El nombre de mi título era "Con eñe de español y de morriña".
Antes de continuar, y como, aunque uso la palabra, no conozco muy bien el significado de morriña (más que de habérsela oído repetir a mi padre), abro el diccionario:
Morriña: coloq. Tristeza o melancolía, especialmente la nostalgia de la tierra natal (Diccionario de la Real Academia Española).
Cierro el diccionario y recuerdo con morriña la antigua sonoridad de ciertos escritores y oradores leídos y escuchados.
Sé muy bien, como reza la cita de Valenzuela que encabeza "Spanglish: un cóctel lingüístico", que "la pureza lingüística no existe. Todas las lenguas se influyen entre sí y todas las lenguas cambian constantemente...".
Pero pretendo para mi idioma -aun dentro de ese sensato relativismo- un alto puesto. No es tan sencillo como que no se puede olvidar que en español escribieron sus versos Lope, Quevedo, Vallejo, Borges, porque del mismo modo puede hablarse homenajeando al quechua, el elaborado idioma que habló un pueblo tan importante como el de los incas, y sobre el cual convendría leer "Dialectos en el Perú. Dialectos en la serranía".
El español ahora -y después de todo lo remoto y excelso, como El Quijote y el Siglo de Oro- conserva su singular encanto y, a la vez, ha actualizado su practicidad.
Dejando toda nostalgia de lado, revuelvo mi carpeta de recortes periodísticos y encuentro que hace unos meses se realizó en Cartagena de Indias, Colombia, el Congreso Internacional de la Lengua Española.
Allí Antonio Skármeta (autor entre otras cosas del libro de la película El cartero, sobre la vida de Neruda) expresó varias preocupaciones referentes a nuestro idioma. Habló fundamentalmente de "el español que no se habla", que, según su definición, es el de "aquellos que están más cerca del silencio que de las palabras", no por decisión propia sino por debilidades y carencias del sistema educativo e influencia dañina de los medios. Lo cual implica según él (y nosotros junto a él) una "indefensión cultural y una reducción del mundo". Dijo respecto a su país de origen que Chile sufre una "pavorosa reducción del español". Tal vez no se atrevió a incluir a otros países latinoamericanos, pero que la sufrimos es muy cierto para casi todos.
En la misma oportunidad, sin embargo, se lo vio eufórico al colombiano Juan Gossaín. En China estaba a punto de aparecer (ignoro si finalmente apareció o si sigue "estando por aparecer") un diario en español. Aparte, 48 millones de personas en el planeta están aprendiéndolo; y Es tados Unidos es la quinta nación en número de hablantes. Todas estas afirmaciones fueron hechas por Gossaín en su disertación sobre "El español, lengua de comunicación universal". (Para acompañar su optimismo, empezamos leyendo "Origen del Español", y de allí partimos hacia "Historia de la Lengua Española".)
En esta misma sesión del por mí recordado, o recuperado, Congreso, Enrique Durand, de la CNN, aseveró que la nuestra es una lengua "vigorosa, cambiante y viva" y "vehículo por excelencia para la expansión de los medios de comunicación". Manfredo Kempff, académico boliviano, se sumó a las preocupaciones de Skármeta y puso en alerta sobre los cuidados que deben tenerse, ya que al ser una lengua universal corre los "riesgos de la d iversidad" y "existen factores que atentan contra él desde adentro". (En este caso, nos consolamos leyendo "Cervantes y la lengua española".)
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